Una canción en la pared de Dancing Mood

Una Cultura Profética en la estación Ministro Carranza. Donde nadie se atreve a recordar el asiento donde, somnolienta y pacienzuda, me esperaste como Penélope, media hora de nuestra vida. Porque creías, buscabas, probar aprobar la cicatriz psicoanalítica de la herida que deja un incendio, abrazo inmenso de ese viejo mundo imposible.

Una escapada abrupta a Escobar. Donde el tiempo se desdiga de la realidad factible, admisible, plausible, real. Dos banderas nunca colgadas en una pared que ya no es pared de ese tercer piso del suelo. Avenida principal de Palermo Ileven, con un puesto anclado en el mercado de la cátedra del proyecto que nunca será de nuevo, lo que ese día a la salida del aula donde me esperaste para contarte que existe, ese nuevo mundo visible.

Una Rayuela hacia todos los fuegos, el fuego. Salta la linda, donde meses después si que arde tanta sal sobre una sola herida. Que no deja permite resiste la idea de hacer de cuenta que no fuimos somos un solo cuerpo indisoluble. Y fundirnos en el destino de decidir compartirnos. Y vencer la idea de bajar de un colectivo que no está dispuesto a seguir camino. Y hacernos el todo, un ratito cada uno. Y construir de una buena vez por todas nuestro macondo. Ese lugar donde Juan Ignacio corre y alcanza tu incapacidad de futuro y mi dicotomía en querer hacer con vos, ese otro mundo posible.

Recordar - viernes, veintidos de junio de 2012

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