Un hombre

Después de los libros, después del te y la manzana de cada mediodía, Coco se subía al 106 como todos los días. Dejando en pausa al Señor Paz y a las compañeras, dejando al estudiante de medicina que no se sentaría en el suelo y al libro de biología que estaba tan arriba.

Hubo una vez en que no había colectivos y Coco caminó las cien cuadras del atardecer hasta Floresta. Miraba siempre adelante, mientras recordaba. Es que si lo pienso un momento, Coco en verdad fue coraje todo el tiempo; y ante la adversidad, gigante.

Recordar - domingo, cinco de agosto de 2012

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *